Los médicos rurales alzan la voz: «Estamos desbordados, cansados y muy quemados»

La expansión del coronavirus ha puesto en situaciones anómalas a buena parte del mundo y las zonas rurales no han sido una excepción. Lejos de los centros de decisión y con el foco puesto en los grandes hospitales, los médicos rurales están gestionando la pandemia a golpe de necesidad y experiencia colmando, en muchos de ellos, las ganas por ejercer una profesión vocacional que, por primera vez, los ha llevado a situaciones límites y con unas condiciones deplorables. 

Lejos de la tranquilidad que podían transmitir los centros de salud vacíos de pacientes durante las semanas más duras de la pandemia, la segunda oleada del virus ha trasladado el clásico bullicio en las salas de espera a los exteriores de los centros de salud mientras en su interior, el trabajo de los médicos de Atención Primaria se ha intensificado hasta el punto de haber asumido el rol de ser la primera barrera de contención del coronavirus, al tiempo que se siguen atendiendo el resto de patologías.

Esa labor callada y generalmente poco reconocida se ha vuelto más dura en los municipios de la provincia, en zonas donde no hay urgencias extrahospitalarias y el hospital no queda a la vuelta de la esquina y donde, además, en algunos casos, el virus está golpeando con fuerza. Es allí donde estos profesionales, los médicos rurales, han tenido que sacar garra y dejarse llevar por su vocación para superar el miedo en unos casos y la incertidumbre en todos.

Los servicios sanitarios de los pueblos multiplican el seguimiento telefónico y las visitas a domicilio

Varios especialistas de Atención Primaria de los distintos distritos sanitarios de Sevilla y que prefieren mantenerse en el anonimato relatan aquí cómo están viviendo el repunte de casos desde su consulta rural, cómo les ha llegado a afectar personalmente esta situación mantenida en el tiempo o cómo esta crisis ha potenciado el trabajo en equipo, pero, sobre todo, destacan los escasos recursos tanto físicos como humanos con los que están saliendo adelante.

Con 24 años de experiencia en Atención Primaria, desde el centro de salud de Osuna, uno de los médicos de familia entrevistados relata cómo la situación sanitaria actual le ha llegado a quitar las ganas de ir a trabajar. El doctor explica que es médico vocacional y que la profesión le viene de familia, pero que, actualmente, se encuentra, por primera vez en su casi cuarto de siglo de experiencia profesional, «sin ganas». «Me ha encantado siempre hacer mi trabajo y nunca me ha importando trabajar. Sin embargo, ahora me levanto y le temo. Y me pego toda la noche anterior preocupado por lo que me espera al día siguiente. La sensación entre el colectivo es de amargamiento y se me hace muy cuesta arriba ir a las consultas por la mañana», afirma el médico. 

«Soy médico vocacional y nunca hasta ahora había sentido el no tener ganas de ir a trabajar»

Una de las razones a las que alude el profesional se asienta en el caos organizativo en las consultas. Asegura el doctor que en una semana (ésta por ejemplo) sólo podrá atender a sus pacientes en consulta un único día. Y es que, explica el profesional, además de atender lo que sería su agenda diaria de pacientes, los médicos están desplazándose a las residencias o centros sociosanitarios medicalizados a hacer seguimientos, tienen que cubrir bajas o descansos de compañeros en otros pueblos que corresponden a su misma zona básica y tienen asignados días para cubrir la consulta de respiratorio, es decir, la que sólo atiende a pacientes sospechosos de Covid. «No sé que pasara con mis pacientes esta semana, si asumirá mi agenda otro compañero o se quedarán sin que se les llame. Hay pacientes que tienen cita y se quejan de que no se les ha llamado y es porque no estamos en la consulta, pero las agendas siguen abiertas, no porque no queramos», manifiesta.

Dedicada en exclusividad a la consulta de respiratorio se encuentra otra de las profesionales entrevistadas. Es médico de familia desde hace cuatro años en el ambulatorio de Camas que, desde que estalló la pandemia, centraliza la atención de todos los habitantes del municipio por el cierre de los centros de salud de los barrios de Coca de la Piñera, La Pañoleta y El Carambolo, según argumenta el SAS, por no poder garantizar el doble circuito por Covid. 

Colas de pacientes a las puertas del centro de salud de Camas, uno de los más saturados por el cierre de los ambulatorios de los barrios Coca de la Piñera, La Pañoleta y El Carambolo.
Colas de pacientes a las puertas del centro de salud de Camas, uno de los más saturados por el cierre de los ambulatorios de los barrios Coca de la Piñera, La Pañoleta y El Carambolo. / JOSÉ ÁNGEL GARCÍA

Casi diariamente atiende entre 40 y 60 pacientes sospechosos de estar contagiados y «son muchos», según afirma, los que acaban el día confirmando su contagio. Como su compañero en Osuna, esta profesional achaca el «descontento» entre los profesionales a una «planificación nefasta». Una situación que, apunta, acaba generando un clima de tensión incluso entre los propios profesionales ante tanta «angustia» y «malestar» en el puesto de trabajo por «la elevada carga de trabajo».

«No hay sustitutos, no hay refuerzos, y todo se hace con la plantilla que hay, tirando del personal de guardia, voluntarios o no tan voluntarios», señala la doctora, que apunta a que esta situación desemboca en unas pacientes «enfadados» y que piden ser atendidos. «Yo los entiendo. Hay demoras en las citas telefónicas de hasta dos semanas y hay cosas que no se pueden solucionar por teléfono. Hay pacientes que sólo con vernos y que los tratemos en personas se quedan más tranquilos. Lo que se está consiguiendo es que cada vez se acuda más a los servicios de Urgencias donde saben que sí los van a ver, provocando una saturación en estos puntos innecesaria», manifiesta.

«Te sientes impotente al ver como, por falta de tiempo, no puedes dar la atención que te gustaría»

Este cúmulo de circunstancias y su prolongación en el tiempo está pudiendo con esta profesional que, asegura, sentirse muy mermada psicológicamente. «Siento una impotencia muy grande al no poder dar la atención que el paciente necesita y psicológicamente eso me afecta. Ves que no estás haciendo tu trabajo correctamente porque no tienes el tiempo ni los recursos ni el material necesario y es duro, sobre todo, sobre todo el ver que no tienes tiempo. Yo he llegado a no poder dormir por las noches, pensando en la agenda preparada para el día siguiente porque era enorme y eso te va colmando a nivel personal muchísimo».

El contagio entre los profesionales es otro factor que complica la atención en algunos puntos de Atención Primaria rural en los que las plantillas son de por sí muy reducidas. Es el caso del Dispositivo de Cuidados Críticos y Urgencias (DCCU) de Carmona, donde trabaja el siguiente profesional que nos relata su experiencia en pleno pico de contagios por coronavirus. Con una población superior a los 28.500 habitantes, el municipio del distrito sanitario Norte es uno de los que soporta en estos momentos una de las mayores incidencias de contagio con más de 1.200 casos por cien mil habitantes en los últimos 14 días, y donde el servicio de UVI móvil se encuentra prácticamente reducido a la mitad. «Somos cuatro y con dos compañeros de baja por Covid, los otros dos hemos estado doblando turnos, de favor, sin recibir nada», afirma y asegura que esta semana se han plantado a la dirección del distrito. «Encima se nos acusa de ser nosotros los culpables de contagiarnos por no protegernos. Estamos haciendo lo imposible y encima vilipendiados», apostilla.

«Estamos haciendo lo imposible y encima se nos echa la culpa si nos contagiamos»

«La situación se ha tornado de los aplausos a las críticas hacia los profesionales. Se nos acusa de no pasar consultas, de escaquearnos y, ahora encima, de contagiarnos por no protegernos. La gente ya está muy cansada y dispara contra nosotros. La verdad es que se están cambiado los criterios cada dos por tres y la ciudadanía está ya aburrida y a los profesionales nos tienen confundidos», manifiesta.

Aunque él trabaja en una unidad móvil, asegura que la situación en la base del centro de salud de Carmona es igualmente «desbordante». «Tengo compañeros que, de entrar a las 8:00 y salir a las 15:00 como se debería, los veo irse a las cinco de la tarde y he llegado a ver salir a las 19:30, no hay tiempo para pasar las consultas y las demandas son horrorosas. Esto se está haciendo gratis y, encima, vilipendiados», insiste y matiza. «La falta de médicos es histórica por las condiciones que aquí se ofrecen. Acaban las carreras y se van al extranjero donde se les reconoce mejor su trabajo. Si yo volviera atrás también lo haría».

También en un situación límite se encuentran los facultativos del centro de salud de Lebrija, directamente, «saturados, cansados y muy quemados», describe un médico de familia que suma ya 21 años de experiencia en Medicina de Familia. ¿Es normal que después de ocho meses de pandemia sigamos llevándonos después de una guardia nuestra ropa a casa para lavarlas a 70 grados?», se pregunta exhausto el profesional, que apunta a que en la primera oleada lo llegaron a pasar «muy mal» y que incluso, ante la falta de medios de protección, tuvieron que reciclar los EPIS pulverizándolos con lejía para desinfectarlos.

Con una población de unos 27.500 habitantes y más de un centenar de casos activos, lo que más frustra a al facultativo es «no ver el principio del final» a esta situación. «Pasamos de los aplausos a los gritos, las exigencias y aagresiones verbales y físicas. Yo no justifico esa situaciones, pero me pongo en el pellejo de los pacientes cuando una cita les tarda dos y tres semanas. Estamos viendo las mismas patologías de siempre. Sigue habiendo cosas graves más allá del Covid. Se siguen detectando cáncer, diabetes, hay que hacer controles en mayores pluripatológicos y todo ello con mucha menos plantilla por el tema de los contagios», manifiesta. 

«No justifico las agresiones, pero me pongo en el pellejo del paciente y es normal que se enfaden con citas para dos y tres semanas”

Precisamente, esa falta de sustitución de profesionales es uno de los mayores problemas con los que se encuentra la lucha rural contra el coronavirus, como también apuntaban en Carmona. «Raro es el día que no pasamos consulta y media además de las urgencias, los avisos, todo cosas que llegue que no sea demorable, a veces, incluso, doblando turno por la tarde. Es decir, 12 horas de consulta para cubrir a compañeros que están de baja. Pero esto no es nuevo, hay compañeros que jubilaron antes de la pandemia y siguen sin cubrirse sus plazas. Arrastramos las carencias de antes de la crisis y eso, con la situación como la actual nos ha llevado al límite», apunta. 

El médico también señala otras cuestiones que complican su día a día como la eventualidad de los nuevos contratos. «Si se anuncian tres contrataciones, por ejemplo, lo normal es que se trata de tres contratos de escasa duración a una misma persona. No significa que recibamos tres profesionales más», argumenta.

Más allá de estas situaciones límite, ser médico de familia en una zona rural en tiempos de pandemia y con la nueva modalidad asistencial tiene sus ventajas. Las relata un facultativo que lleva 13 años pasando consulta en el centro de salud de Estepa. El doctor afirma tener en torno a unos 1.500 y conocer «a más del 90% de ellos seguro». «Conocer a mis pacientes y sus patologías ayuda mucho en los tiempos en los que estamos. También que ellos me conozcan a mí. Simplemente hablar con el profesional, al que conocen y en quien confían hace que cuando termine la conversación los pacientes se queden más contentos y tranquilos», relata. Adaptados a los nuevos tiempos, el facultativo destaca, además, que es un médico «muy accesible» en redes sociales o por correos electrónicos. 

Su experiencia con el virus la puede relatar en primera persona. Cuenta el doctor que fue uno de los primeros en infectarse del virus allá por el mes de marzo, aunque lo debió pasar asintomático porque se dio cuenta cuando se les hicieron test de anticuerpos a los profesiones durante el mes de mayo. Su contagio pudo darse porque desde el mes de marzo empezaron a ver en consulta muchos cuadros gripales o pseudogripales. «Y lo hacíamos a pelo», manifiesta el doctor. También se vio obligado a guardar aislamiento domiciliario tras tratar a un paciente que acudió a consulta en torno al 20 de marzo por una patología ajena al Covid y que finalmente acabó falleciendo por la infección.

«Me cansa mucho más el ver que la gente no entiende que tenemos que intentar que se guarden las medidas de seguridad y que la atención ha cambiado»

Pese a todo, el médico reconoce estar «cansado», pero no cree que esta circunstancia haya cambiado los ánimos ni de él ni de sus compañeros en el centro de salud. «Lo importante es que nadie se ha rajado y todo el mundo ha tirado para adelante, arrimando el hombro y haciendo lo que tenía que hacer y más», afirma y asegura que «cansa más el ver que la gente no entienda que tenemos que intentar que se guarden las medidas de seguridad y que las formas de tratar con ellos ha cambiado y que ahora, por su seguridad, la mayor parte de las consultas son por teléfono».

Como conclusión destaca el mayor volumen de trabajo en esta segunda oleada, al menos en su zona, pero también que ahora les ha cogido más preparados. «Al principio la gente se asustó de golpe y dejó de ir al médico para sus patologías habituales y nosotros sólo atendíamos Covid. Ahora hay mayor volumen de Covid y hay que sumarle los pacientes que tienen cita y que ya no las pierden por miedo a venir al centro de salud, aunque sí que es verdad que nosotros estamos más adaptados», concluye.

Fuente: Diario de Sevilla

Redacción

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