Polígono Sur: entre el miedo al contagio y la desobediencia sin solución

ABC recorre las calles de las Tres Mil Viviendas para conocer el grado de cumplimiento de las medidas anticovid tras los últimos rebrotes declarados

La incidencia del coronavirus en el barrio más pobre de España volvía a ser noticia estos días. En una reunión técnica celebrada el lunes pasado, se conocía que el virus tenía un ritmo de contagio cuatro veces superior a la media de Sevilla. En el Polígono Sur, donde las condiciones sanitarias brillan por su ausencia en sus rincones más deprimidos, se estaban registrando 344 contagios por cada 100.000 habitantes. Los datos se hicieron públicos como las posibles consecuencias y ABC acudía a final de semana para conocer cómo había influido la noticia entre sus vecinos.

«La situación ha mejorado y parece que hay más concienciación. Hay vecinos que a partir de conocer que se estaban produciendo contagios y de que incluso se había registrado un fallecido, han tomado conciencia. Hay quien le ha cogido miedo y eso ya se está viendo en la calle». El comisionado del Polígono Sur, Jaime Bretón, atendía a este periódico el viernes, justo después de mantener una reunión con representantes de asociaciones que trabajan desde distinto ámbitos en el barrio como CáritasFundación Alalá o Entre Amigos. Unos colectivos que habían percibido ese cambio de conducta.

Este periódico ha sido testigo de cómo el uso de la mascarilla se ha introducido en zonas donde la desobediencia a las normas resulta incorregible como la barriada Martínez Montañés. «Como nos confinen de nuevo, a ver de qué vamos a vivir sin poder ir a la chatarra o al mercadillo», detalla María, de etnia gitana que dice no salir a la calle «sin la boca tapada». 

En la parroquia Jesús Obrero, la recogida de alimentos, con mascarilla
En la parroquia Jesús Obrero, la recogida de alimentos, con mascarilla – Juan Flores

Poco antes de acudir ABC a las calles de Las Vegas, una patrulla de laPolicía Local había estado circulando por la barriada advirtiendo a los vecinos que debían de llevar las mascarilla puesta y mantener la distancia de seguridad. La situación es seria. En la comisión técnica se habló de la posibilidad de retrasar el inicio del curso e incluso de retrotraer a las Tres Mil Viviendas a la fase 1 de confinamiento. La advertencia de la gravedad de lo que está ocurriendo realizada por el Comisionado le valió el reproche del Gobierno autonómico que cuida al detalle el relato oficial de la pandemia.

«Los negocios han decidido no atender a los clientes si no van con mascarilla«, dice Rafael, otro vecino que cree que la presencia policial y la decisión de los establecimientos de no hacer la vista gorda está siendo determinante. La prueba: clientes saliendo, cerveza en mano, de uno de los bares que hay próximos a una de las arterias principales -en calle Escultor Sebastián Santos- con la mascarilla colocada. La posibilidad de un nuevo cierre por pandemia sería la tumba para estos establecimientos que resisten a pesar del contexto.«Los negocios han decidido no atender a los que van sin mascarilla. Y eso está ayudando», señala Rafael, un vecino de las Tres Mil Viviendas

Lo mismo ocurre en las afueras de la iglesia Jesús Obrero, donde la gente hace cola, cumpliendo las normas, para recoger alimentos. En la parroquia se atiende en el exterior del recinto religioso para que la atención sea al aire libre. No hay nadie con la cara al descubierto. Se observan comportamientos similares en las zonas que rodean al epicentro de la mayor conflictividad que arrastra al fango a esta zona de la ciudad como las Letanías o Paz y Amistad.

Pero ese cumplimiento de las normas que se observa adentrándose por las calles del Polígono Sur, se rompe por completo cuando la observación se detiene en el territorio más complicado de las Tres Mil Viviendas, en la barriada Martínez Montañés. Aquí la pandemia parece no haber sido noticia: reuniones en la calle al aire libre, sin guardar la distancia de seguridad, sin mascarillas. En los quioscos y las llamadas ventanitas (los bajos reconvertidos en tiendas que atienden desde una ventana sin licencia) la relajación es absoluta.

«Son los de siempre, los que no cumplen nunca las normas», señala Bretón, quien define de manera muy gráfica cómo han ido contaminando estas familias, clanes a zonas limítrofes, resquebrajando la convivencia y deteriorando las barriadas. «Nuestro trabajo es tratar que esa mancha que ha ido extendiéndose se vaya reduciendo y se deje influir por la gente buena que hay en el Polígono Sur». 

Juan Flores
Juan Flores

Por ahora ninguna administración ha conseguido revertir la situación. En el Polígono Sur, la desobediencia sin solución está detrás de los graves problemas de seguridad ciudadana como el tráfico de drogas, de armas, la okupación masiva de viviendas para usarlas como invernaderos de marihuana y la degeneración del ambiente. La acumulación de basuras en calles como Viridiana, Tristana, Utopía o Cañas y Barros es un contrasentido en un momento de emergencia sanitaria internacional por pandemia. Niños jugando entre montañas de desechos mientras en la otra punta de la ciudad se sanciona por no llevar una mascarilla. Desde el Ayuntamiento realizan regularmente batidas de limpieza, pero el problema persiste como muestran las fotografías que acompañan a este reportaje.

En la reunión celebrada el pasado viernes, las asociaciones que trabajan a pie de barrio y el Comisionado enumeraron algunas propuestas para frenar los contagios en las Tres Mil Viviendas. Muchas de ellas pasaban por realizar un trabajo con las familias infectadas. «Hay que hacer un trabajo didáctico, con asistencias a las unidades familiares para que en caso de contagio se cumpla con la cuarentena». Un aislamiento que en los hogares de escasos recursos, ajenos a la delincuencia que desangra al Polígono Sur, resulta una tarea muy difícil por una cuestión física: cómo hacer cuarentena cuando se vive en una habitación.

Fuente: ABC

Redacción

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